¿Y si lo quiero con debian, qué?


Anastasia es una recién llegada a un montón de cosas: a debianhackers, a la administración de sistemas y, un poco menos, a linux. Pero suple su falta de experiencia con muchas ganas y batallando como una auténtica profesional. También su bisoñez le lleva a ver este sector, habitado por muchos de nosotros desde hace mucho, mucho tiempo, con otra óptica, una más limpia, con casi ninguno de los filtros que el resto, perr@s viej@s, hemos ido poniendo para no ver lo que no nos gustaba. Ella no tiene esos filtros y se cuestiona porqué los tenemos el resto y porqué aceptamos cosas que en otras condiciones no haríamos. Y todo esto porque decidió comprarse un portátil nuevo en el que instalar debian. Personalmente creo que en debianhackers nos va a venir muy bien este aire nuevo, este torbellino.

diego


Soy tan novata en todo lo que a Linux se refiere que da un poco de vergüenza, pero resulta que esta falta de experiencia también me sirve para algo positivo: las cosas con las que me voy enfrentando acaban siendo toda una aventura. Hace más o menos un año, harta de años de guerra fría con MacOS y Windows decidí pasarme a Linux. Como la hartura era considerable y tenía poco que perder, decidí tirar por lo hardcore y me pase directamente a un Debian con MATE bastante casto y con cero florituras. Aquello fue un antes y un después.

Resultó que no solo mi pobre Acer con una i3 y características más que cuestionables había rejuvenecido como después de unas vacaciones en la costa Mediterránea con un grupo de IMSERSO sino que, por primera vez en mi vida, era yo la que estaba a cargo de lo que pasaba en mi máquina, de cómo funcionaba y qué quería hacer con ella. La decisión de cambiarme a Linux sin mirar atrás también tuvo consecuencias mucho más profundas (como un cambio de mentalidad y de profesión)… pero eso ya es otra historia.

La cuestión es que el viejo Acer peleó como un jabato pero llegó el momento, después de un año de feliz luna de miel con Linux, en el que un nuevo ordenador se convirtió en algo necesario. Y fue allí donde empezó mi odisea.

Tenía cierta (mucha) urgencia a la hora de comprarme un ordenador porque necesitaba disponer de él para una fecha concreta, así que me compré un Asus «gaming» sin sistema operativo porque fue lo mejor que encontré que pudiera llegarme para la fecha prevista. En cuanto a calidad/precio parecia que había tenido suerte y sin SO me ahorraba el paso de tener que lidiar con Windows antes de meterle Debian (algo que por supuesto tenía clarísimo que iba a hacer). La fiesta empezó cuando al llegar el portátil e intentar meterle la distro, todo parecía en orden (el ordenador hacia todo el proceso de arranque con lo cual los volúmenes estaban bien asignados) pero no saltaba al entorno gráfico. Ahí fue cuando tuve mi primer golpe de Debian-realidad: era una ATI, no tenía los drivers necesarios y había que buscarlos e instalarlos. ¿Ah que con meterle el USB con el SO no vale? No, bonita, no. Dejé el proceso en manos de diego y un par de horas después el ordenador ya estaba en condiciones.

Por desgracia tuve la mala suerte de que ese Asus vino defectuoso de fábrica y poco después de empezar a usarlo (horas) se quedó completamente pillado y evidentemente tuve que devolverlo y pedir otro. Lo gracioso vino cuando llegó el segundo, misma marca y modelo, y no hubo forma humana de hacerlo funcionar con el entorno gráfico. Ya tenía exactamente los drivers que instalamos en su primo-defectuoso pero en este caso decidió que no le apetecía jugar a mi juego. Mosqueada y ya sin tiempo devolvi el segundo ordenador y diego y yo nos fuimos de compras express el último día laboral antes de mi fecha límite para tener un ordenador funcional.

Mucho podría contar de cómo estuvimos en tres grandes superficies mirando la oferta de portátiles que tenían, pero voy a resumirlo en que en ninguno de los tres sitios vimos ni un solo equipo sin sistema operativo (cosa que me esperaba pero no dejo de indignante) y que en los tres, muy amablemente nos dijeron que si modificamos el Windows que traían los portátiles (véase reescalandolo para meterle otro SO en una particion o directamente borrándolo) instantáneamente perderíamos la garantía. Otra desagradable sorpresa nos llevamos cuando los tres dependientes nos dijeron que lo mismo ocurriría al cifrar el equipo: adeu garantía. Esta información género bastante debate en mi TW y parece que no es tan sencillo ni muy legal quitar una garantía por esos motivos pero la advertencia nos la llevamos.

Finalmente elegimos un HP con muy buenas características, ligero y potente por un precio muy razonable. ¿Se acabó aquí la aventura? La Anastasia de luna de miel con Linux pensó que sí. La realidad fue que zimá (el nombre con el que bauticé a mi nueva compañera y que significa invierno en ruso) se negó a leer el USB con Debian. Sin mas. No le apetecía. Así que teniendo en cuenta que necesitaba el ordenador para el día siguiente tomé la decisión más sensata: Ubuntu y cara de chupar limones hasta que pasase la semana de formación que tenía.

Toda esta aventura me hizo pensar en lo terriblemente desagradecido que puede resultar a veces usar Linux. Y algo todavía más importante: el estoicismo con el que se tomaban ese hecho todos los informáticos con los que hablé del asunto. Escuché muchas veces aquello de «es normal, yo una vez me pase dos semanas intentando dar con el driver» o «hay que tener mucho cuidado y elegir un hardware que vaya con Linux» o «aquí tienes varias webs en las que venden portátiles 100% compatibles con Linux». Y un 25% más caros, añado yo.

Lo más curioso de todo este asunto es que a pesar del enfado que me he llevado con Linux como SO, en ningún momento he dudado de que quería seguir usándolo (incluso aunque eso supusiese devolver ordenadores, buscar a última hora y comerme la cabeza durante horas para que hiciese algo tan simple como arrancar) Creo firmemente que algo debe cambiar para que más gente tenga acceso a una alternativa a MacOs y Windows y también que distros como Debian son una alternativa maravillosa. Pero también entiendo (ahora) que a no ser que algo cambie, la barrera de entrada es demasiado imponente para la mayoría de personas y eso es algo que no solo hay que constatar sino también combatir.

En la actualidad no solo tienes que tener en cuenta lo normal a la hora de comprarte un portátil (precio, potencia, peso, batería, calidad etc) sino que si quieres «el lujo» de tener un Debian también tienes que pensar en cosas como que las ATI pueden dar problemas mientras que una Intel es una apuesta más segura o que si es un portátil muy nuevo puede que no puedas usar tu Bluetooth sin un adaptador o te vas a pasar horas o días intentando encontrar el driver correcto para que funcione la Wifi o la cámara. Dicho todo eso y después de mi dosis de Debian-realidad, sigo diciendo que lo nuestro es para siempre y que vale la pena a pesar de todo. Ahora quizá lo esté diciendo con más criterio.

Por cierto, a día de hoy todavía tengo que quitarle el Ubuntu a zimá (muy bonito pero echo de menos el olor a deb por las mañanas) y he descubierto que mi hardware no tiene drivers disponibles para que me funcione el Bluetooth en Ubuntu. Home, sweet home.

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